Jucca : mi historia en el Cómic

El origen: un niño que inventaba mundos

Desde pequeño descubrí que mi destino estaba en el dibujo. No me interesaba copiar, quería inventar. Uno de mis primeros recuerdos es un dibujo que hice a los 5 o 6 años: dos hombres y una pistola. Era simple, pero encerraba algo que aún me acompaña: el impulso de contar historias.

En casa de mi abuela descubrí cómics como Dr. Mortis, Trinchera, U-2 y Guerra. Ahí entendí algo mágico: que una historia podía ser comprendida sólo a través de las imágenes. Ese descubrimiento marcó mi camino. A los pocos años, ya estaba haciendo mi primer cómic básico sobre un combate aéreo.

Desde entonces supe que el dibujo no era un pasatiempo, sino mi único camino.


La búsqueda: perfeccionismo y aprendizaje

En la adolescencia me volví implacable conmigo mismo. Si un cómic no me convencía, lo empezaba de nuevo. Mi hermano se reía diciendo que “nunca terminaba nada”, pero detrás de esa crítica había una verdad: yo estaba decidido a superarme.

Mis héroes también me formaron. La serie de televisión El Hombre Nuclear me fascinaba, y cuando descubrí su versión en cómic de bolsillo, quedé impactado por cómo un formato tan pequeño podía transmitir tanto. Esa idea me acompañó años después, cuando creé mis propios fanzines.

La búsqueda era clara: no conformarme nunca y entrenar el ojo y la mano para contar mejor.


El punto de inflexión: dibujante en la clandestinidad

Durante mi servicio militar obligatorio en la Infantería de Marina, la vida me puso frente a un giro inesperado. Tuve un “puesto de lujo” como mensajero de un capitán. Fue allí donde mi talento se descubrió: terminé ilustrando para la revista oficial Torreones de Oro, y durante cuatro años me desempeñé como Dibujante Táctico en el Departamento de Ayudas a la Instrucción.

Con la oficialidad intercambiaba dibujos por guardias (aprendí temprano que el arte tenía valor). Los últimos cuatro meses los pasé como “Dibujante Táctico”. En mi tiempo libre hice un cómic inspirado en Star Wars, con la mentalidad de un profesional: “esto se va a publicar”.

Fue entonces cuando inventé mi firma artística: Jucca, el nombre con el que me reconocieron por primera vez.


La eclosión: Thrash Comics y el nacimiento de Anarko

Tras el servicio militar, trabajé como dibujante técnico en la Universidad Católica de Valparaíso. Me especialicé en puntillismo y disciplina gráfica. Pero mi “eureka” llegó por accidente: dibujé un cómic como hobby, y los amigos de mi hermano que estaban en otra habitación se reían mientras lo leían. Pensé: “Qué cosa más loca: yo puedo estar muerto y estas páginas siguen funcionando”.

Ese momento cambió todo. Un científico vio mi trabajo y me animó a publicarlo. Así nació Thrash Comics.

Influenciado por el thrash metal —especialmente Metallica—, transformé al protagonista en un metalero. La historia, que iba a ser de unas pocas páginas, se expandió hasta las 19. En 1987, imprimí 500 copias con portada de cartulina naranja, y las vendí a mano en el Paseo Las Palmas, por 270 pesos.

La respuesta fue inmediata: Thrash Comics se convirtió en un fenómeno underground.


La consolidación: voz de una generación

En enero de 1989, mientras trabajaba en Thrash Comics #2, conocí al gran ilustrador Pato González (colaborador en Revista Bandido). Me animó a mostrar mis páginas. Yo dudaba de mi nivel, pero acepté con la condición de que las revisara antes de entregarlas. Finalmente, llegaron a manos de Javier Ferreras, y ahí nació la oportunidad de publicar a Anarko en revista Bandido.

Fue un desafío titánico: tenía dos hijos pequeños y poco tiempo. Trabajé intensamente para dominar la figura humana, la narrativa gráfica y la técnica de la perspectiva cónica. El resultado, fue la primera publicación de Anarko, que marcaría un antes y un después en mi vida.

No era sólo un cómic, era la voz de una generación que había vivido la dictadura y entraba en democracia con rabia, humor y crítica social.


Un legado underground

Hoy miro atrás y me enorgullece saber que, además de Anarko, di vida a parodias que se volvieron parte de la memoria colectiva: Star Mal, Barsaman, Harry Potto de Botella, Matutex y Guarenes Ninja, entre otras.

Todas nacieron con la misma energía: irreverencia, humor y la convicción de que el cómic debía ser libre, transgresor y auténtico.

Lo que empezó como un impulso infantil, se transformó en un viaje de décadas: el de un narrador que eligió confiar en su capacidad de contar historias, aunque tuviera todo en contra.

Ese soy yo. Ese es Jucca.

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